martes, 23 de octubre de 2012

Sombra Valiente

Como si se tratase de una de las historias de Oz,
había en una roca un hombre del que brotaba un llanto.
Ni el más ávaro cuervo se acercó a robar sus lágrimas;
como si fuese el mayor castigo, cayó sobre él la soledad,
y con ella, silenciosa y de la mano, la falta de compasión.
Pasó entre los arbustos una sombra con un suave manto;
acarició al hombre con su dulce voz, llegando hasta su ánima,
-¿por qué lloras, criatura? ¿Acaso te ha abrazado la maldad?-
-Soy como el león de Oz -contestó-, soy un cobarde y no tengo valor,
Me han hecho daño y ahora sufro con el más leve canto;
dime tú cómo serlo, estremecedora voz, cálida y anónima-,
-He tejido un manto de amor -dijo ella- con recuerdos fríos y sin piedad,
Para que no tengas miedo, para que cubras con él tu corazón.
Deja de sufrir, y duérmete. Si vienen murciélagos yo los espanto.

El cerró los ojos, y al despertar contempló su rostro hermoso.
"Una vez -dijo ella- pinté un corazón tan bello que todos quisieron uno,
Me dijeron "te quiero", y terminaron arrebatándomelo a trozos"
Protegido por su manto de amor tejido con recuerdos, él, miedo no tuvo;
Abrió su pecho y partió su corazón sin pensarlo en dos mitades,
"Tú me has protegido, me diste tu valor y has ahuyentado mis miedos,
Toma esta parte mía, para restaurar tu dolor; ahora somos iguales"
Y cuenta la leyenda que en aquel bosque, entre encimas y cedros,
se fraguó el pacto más hermoso que jamás vieron los árboles,
entre un hombre cobarde y una bella sombra valiente,
que narran hoy en día los abuelos a todo nieto paciente.
Incluso aún crecen allí rosas sin espinas, que no causan dolor,
con un suave terciopelo y tan rojas como aquel corazón...









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