Volví hoy a aquel puente sin tu permiso,
sólo para saber que aún seguía allí escrito
lo que un día mientras todo era bonito,
te susurré con mi aliento sobre tu oído.
Se oyen los niños en las calles corriendo,
pedir caramelos a ritmo de truco o trato,
ajenos a que algún día sin conocimiento
serán participes de un juego más complicado.
El puente sigue allí, donde lo cruzamos;
No conocía cual era el peaje por jugar,
pero la vida se ve distinta desde el otro lado.
No importa, sabes siempre quise participar.
El primero de los nuevos Octubres se marcha,
con sabor dulce esperanza para la memoria amarga,
dejando tras de sí una inconfundible marca:
una calabaza con una sonrisa inmensa tallada.
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